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lunes, 30 de julio de 2012

EL VICTIMISMO: LA COSTUMBRE DE CULPAR

Cada día en cada decisión, las personas asumen una entre dos posiciones, que dan curso a lo que será su éxito o su fracaso: vivir como responsables o vivir como víctimas., es decir, culpar a otros de lo que les sucede o asumir que lo que recogemos se debe a lo que sembramos. Siga leyendo. Por razones de biología, los humanos, tenemos recursos que nos permiten relacionarnos con el mundo de manera muy particular. Cuatro de esos recursos cuya forma de utilización afectan nuestra vida en distintas áreas, son: el lenguaje, la interpretación, la memoria y la imaginación. Detallemos:

El lenguaje, se aprende en sociedad, está limitado por la forma de cultura que aprendemos y nos permite darle nombre a personas, objetos y situaciones. Si no disponemos de un nombre para expresar situaciones o experiencias podemos sentirnos confundidos. También el lenguaje nos permite usar esos nombres asignados para describir lo que experimentamos, aunque las describamos prejuiciado por aprendizajes previos. La interpretación la hacemos con pensamientos o verbalizaciones y consiste en darle sentido racional a las cosas, opinar sobre ellas, descifrar lo que significan en nuestro código personal.

En cuanto a los otros dos recursos, la memoria y la imaginación, diremos que la memoria, facultad superior vinculada al cerebro, nos permite almacenar y recordar experiencias e interpretaciones, mientras que la imaginación sirve para pensar en lo que no existe y visualizar cómo será o sucederá.

Estos cuatro recursos los usamos para conformar una opinión compleja acerca de nosotros, que conocemos como la autoimagen, base, por cierto, de toda nuestra actuación social. Esa autoimagen surge de acuerdo con la forma como hemos sido tratados, lo que hemos experimentado, como hemos interpretado nuestras experiencias y las consideraciones que hacemos sobre lo que podemos o no, hacer, lograr y disfrutar. Se habla de autoimagen negativa o positiva, si la manera de percibirnos es favorable o desfavorable, lo cual repercute en toda nuestra autoestima.

Esa autoimagen la fortalecemos y protegemos férreamente, la mayoría de las veces sin notarlo, a través de varios mecanismos de defensa entre los cuales mencionaré únicamente el de proyección. La proyección, concepto utilizado en principio por Sigmund Freud, sugiere que las personas recurren a la estrategia mental de colocar afuera, en el mundo exterior, algo que realmente les pertenece o es creación. Es una operación mental a través de la cual la persona se niega a responsabilizarse por una experiencia o situación causada o vivida por ella, y la coloca como causada por otras personas o cosas. Aquí, se da origen, cuando se hace habitual, a lo que podríamos denominar la personalidad de víctima.
La personalidad de víctima o el victimismo, consiste entonces en defenderme de posibles situaciones de malestar, a través del no reconocimiento y proyección externa (hacia otra persona o cosa) de determinada situación. Si una persona llega tarde al trabajo, dirá que la causa es el tránsito automotor, la lluvia, alguna otra persona o cierta eventualidad. No pensará que la tardanza se debe a que no se organiza, a un hábito que no ha notado que tiene, al mal cálculo del tiempo, o a una protesta metafórica que hace contra el jefe, el trabajo o la empresa.

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